sábado, 1 de enero de 2011

Entrevista Pilar Díaz Peñalver


En las siguientes líneas ofrecemos la entrevista a Pilar Díaz Peñalver, una mujer con una amplia e intensa experiencia eclesial dentro de la Acción Católica diocesana y nacional. Desde hace años vive en Ciudad Real y sigue muy de cerca la vida de los movimientos.

1.     Pilar, ¿cuándo llegaste a Ciudad Real? ¿Por qué elegiste esta ciudad? ¿Pensabas volver a tu lugar de origen, Madrid?

R. Llegué a Ciudad Real en septiembre de 1979 por razones de trabajo. Concursé a cátedras de Filosofía de Instituto y, al no haber ninguna vacante en Madrid, elegí Ciudad Real por la cercanía. Pensaba volver a Madrid en el primer concurso de traslados, pero mi madre, que  vivía conmigo, enfermó y necesitaba toda mi atención. Procuré acomodarme, me dediqué con más intensidad al Instituto “Juan de Avila”, del que fui directora, y me integré en un grupo de HOAC y en mi parroquia. Mi madre murió en el 89 y para entonces yo “era” ya de esta tierra que tan bien me había acogido.Y hasta ahora.

2. Fuiste la primera mujer Delegada de Apostolado Seglar en la diócesis de Ciudad Real. ¿Cómo se produjo eso? ¿Cómo fue para ti aquella experiencia?

R. Me llegó la jubilación en 1990 y fue entonces cuando mi Obispo, D. Rafael, con quien yo había trabajado en la A.C. nacional (esa era la denominación de entonces)  en Madrid, me ofreció la Delegación Diocesana de Apostolado Seglar. Acepté, bastante asustada pero con ilusión. Sólo puse una condición: que D.Rafael consultara con los movimientos y asociaciones que integraban la Delegación, no porque fuese preceptivo al tratarse de una delegación personal del Obispo, sino porque no me iba a ser fácil trabajar sin una aceptación básica de los movimientos. La experiencia fue para mí sumamente positiva. Hubo luces y sombras, aciertos y errores, alguna que otra resistencia y muchas colaboraciones. Conservo de entonces algunas entrañables amistades. Y le doy gracias a Dios por el apoyo y la entrañable amistad de D. Rafael. Cuando terminé mi trabajo den la Delegación me escribió una carta, que conservo y que no sé cómo agradecerle. En ella me decía, entre otras cosas, “…han sido años de consolidación sencilla, pero eficaz, un resurgir esperanzado del compromiso de los seglares en nuestra diócesis”. Le doy gracias al Señor y a los compañeros de trabajo por haber encontrado una oportunidad para seguir en el “tajo” al llegar la jubilación.


3. Tú anteriormente en la diócesis de Madrid ya pertenecías a la Acción Católica, incluso tuviste responsabilidades relevantes. Explícanos brevemente cuáles fueron.

R. Estaba en la AC desde los 15 años. En aquella época era frecuente “apuntarse” a la AC, estaba en el ambiente. Pero yo creo que lo tomé muy en serio desde el principio porque descubrí –asombrada- que yo tenía una misión activa en la Iglesia y que eso comprometía mi vida entera, la vida ordinaria y sencilla de una chica seglar. Doy gracias al Señor por ello y no tanto por los “cargos” o responsabilidades relevantes que vinieron después. En la diócesis de Madrid fui Presidenta delConsejo Diocesano de las Jóvenes de AC. Pasaron los años y me incorporé a las Mujeres de AC y trabajé en el Consejo Diocesano, concretamente en el llamado Movimiento Urbano, un movimiento que llevaba ya unos años intentando una evolución lenta pero muy interesante hacia posturas  menos inmovilistas de las frecuentes en la Iglesia de aquella época. Artífice de esta evolución fue, junto con un grupo reducido de mujeres, Tomás Malagón con su “Semana Impacto”. Se iban sembrando inquietudes e incorporando la metodología activa – ver, juzgar y actuar- que ya se vivía en los movimientos especializados,  en grupos de mujeres de las distintas diócesis que, por lo general, vivían un cristianismo aburguesado y que recibieron con entusiasmo los nuevos planteamientos. Y ahí me sorprendió la famosa “crisis de laAC”, de la que luego hablaré.


4. A ti te tocó vivir como testigo de primera fila uno de los períodos más críticos de la AC y de nuestra Iglesia posconciliar, la llamada “crisis de la AC”, incluso participaste de manera significativa en la búsqueda de soluciones. ¿Puedes brevemente relatarnos, desde tu experiencia, algunos de los sucesos más relevantes que viviste y cual fue tu papel en ellos?

R. Desde mi experiencia, a mi juicio influyeron por una parte los cambios que se iban produciendo en la vida social y política del pais. Y por otra, la evolución que se iba vislumbrando en la vida eclesial, muy en relación con la anterior. Estamos en los años del Concilio con muchos obispos aferrados todavía al nacionalcatolicismo (como muestra, era Consiliario de la AC nacional D. José Guerra Campos). Pero al mismo tiempo había ya unos cuantos obispos claramente conciliares: Torija, Yanes, Iniesta, …y, sobre todo, Tarancón, a quien tanto debe la Iglesia española. Entre los signos más interesantes del momento, la Asamblea Conjunta de Obispos y Sacerdotes, con cierta participación de seglares, yo entre ellos. Allí se dijeron cosas que más o menos estaban en el ambiente, pero no tan explícitas  en ese ámbito. Posiciones valientes y tensión de fondo….y de forma .Recuerdo también cómo en los grupos de AC se vivían ciertas intuiciones sobre el papel activo de los seglares  y su compromiso en la transformación del mundo que después se vieron confirmadas y explicitadas en los decretos y constituciones del Concilio. Para mí esta es una riqueza no suficientemente valorada en la Iglesia española.
En los Movimientos especializados se vivía la necesidad de denunciar la falta de libertades y las situaciones de injusticia. No era tarea fácil y daba lugar  a fuertes tensiones con las autoridades civiles (muchos militantes fueron a la cárcel) y con una parte muy influyente de la Jerarquía de la Iglesia, y muchos militantes se “quemaron” en la lucha. Había también signos de esperanza. Pero el conflicto estaba servido y saltó la chispa: dimisiones en masa de consiliarios y dirigentes de la ACNacional y bastantes diocesanos.
Yo viví esta situación al principio desde el Movimiento Urbano de la diócesis de Madrid. En el plano nacional, los movimientos quedaros desmantelados y fue entonces cuando los obispos me llamaron para intentar relanzar la AC desde el movimiento de Mujeres. Algo así como salvar algo del naufragio…Pero ¿qué era lo que se pretendía salvar? Se corría el riesgo de volver a posturas inmovilistas y ahí no estaba yo. Pensaba que no se trataba de una vuelta al pasado, sino de intentar un relanzar de la AC con todas las conquistas conseguidas con tanto esfuerzo. Lo pase mal. Consulté, recé y, prácticamente en solitario,  acepté. Lo primero fue contactar con las diócesis que lo aceptaran y presentar un proyecto de renovación orientado a profundizar en el compromiso de las militantes en el mundo, ya que ellas estaban más sensibilizadas hacia el trabajo intraeclesial. No fue fácil, pero se iba caminando.
Al poco tiempo me llamo el Presidente de la CEAS para pedirme que me hiciera cargo de la presidencia de la Junta Nacional de AC, un organismo que venía a ser semejante al  actual Secretariado General de la Federación de Movimientos. Ya por entonces cesado como conciliarlo y presidente respectivamente Guerra Campos y Antonio Fuertes, y era Obispo Consiliario de la AC D.Rafael Torija. Esto me animó a aceptar porque el trabajo con D. Rafael era una gracia de Dios. Pero lo teníamos difícil. Intentamos, desde la pobreza de medios, un acercamiento a todos los movimientos de la AC, pero la cosa no era fácil; había heridas del pasado y hasta concepciones distintas de Iglesia y de la AC. En esta tarea me ayudó mucho el que era entonces Consiliario Nacional de la  HOAC, Antonio Martín, que sigue siendo un gran amigo. Él consiguió un primer acercamiento entre la HOAC y la Junta Nacional. Logramos reunir a bastantes movimientos en unas sesiones interminables y con pocos resultados, con unos encuentros que eran más bien “encontronazos”….
Había signos de esperanza y algunas realidades positivas. Se inició un proceso, que culminó después de terminar mi mandato como Presidenta, de transformación de la Junta de ser un organismo centralizador en una Coordinadora de Movimientos, lo que facilitó el trabajo y la relación cordial entre los movimientos.
  
5. De entonces acá han pasado más de cuarenta años. Se han producido vaivenes importantes en nuestra sociedad y en nuestra Iglesia. ¿Qué valoración haces de este tiempo? ¿Qué avances, estancamientos o retrocesos percibes que se han producido desde entonces en la sociedad y en nuestra Iglesia?

En estos años y progresivamente me parece percibir  una involución descorazonadora en nuestra Iglesia. Y me pregunto, si el mensaje evangélico es, de suyo, atrayente, ¿por qué la gente corriente no encuentra respuesta a sus problemas cotidianos en la Iglesia de Jesús? Claro que hay numerosos documentos de la Iglesia oficial, pero con frecuencia no conectan con la gente de la calle, ni siquiera en el lenguaje. Hay en ellos demasiada preocupación por “conservar” y poca audacia para “avanzar”. La gente busca caminos para ayudar, y ahí están las numerosas ONGs ., pero yo echo de menos aquel entusiasmo de los primeros años del Concilio y del poconcilio. Seguramente parte de la situación puede explicarse por la época postmoderna que nos ha tocado vivir; pero yo sigo preguntándome por la postura de la Iglesia oficial ante esas realidades.
En la sociedad, me preocupa la despreocupación de los jóvenes y el “pasotismo” de los adultos ante la política. Seguramente es una manifestación más del neocapitalismo que nos lleva a buscar “mis” intereses y conveniencias despreciando en la práctica a los que lo pasan mal.

6. ¿Y la AC y los movimientos obreros especializados, cómo los ves, teniendo en cuenta la historia transcurrida?
Tengo una visión muy parcial de la situación actual de los movimientos de la AC porque llevo varios años sin estar integrada en ninguno, por mi situación personal.
Pero resiento militante y sigo bastante de cerca la evolución de algunos de ellos. No sé si, por lo general, en las parroquias preparan y ayudan a los militantes para su compromiso en el mundo, y esto sería un fallo, porque entiendo que la comunidad eclesial tiene mucha parte en  ello.

7. ¿Cuál es hoy tu relación con la HOAC y sus militantes?
No soy propiamente militante de HOAC por mis limitaciones físicas, pero tengo una estupenda relación con el movimiento y con muchos de sus militantes. Asisto a Retiros y otras jornadas, leo sus publicaciones y me siento cercana a ellos porque ellos están cerca de mí, especialmente a nivel personal y de amistad.
 
8. Tus limitaciones físicas han hecho que necesitases acompañamiento y cuidado personal en tu casa. Ello te ha posibilitado conocer algo mejor la realidad de la inmigración. Tu experiencia está siendo positiva, ¿no es así?

R Se llama Guadalupe, es ecuatoriana y vino a mi casa haca cuatro años contratada como empleada de hogar interna. Hoy somos amigas y nuestra relación se parece más al modelo familiar y de amistad que al meramente laboral. Entre tanto ha llegado a nuestras vidas y a mi casa un nuevo habitante, Leandro, un niño precioso y simpatiquísimo que ahora tiene ya diez meses. Hay, por ambas partes, acogida cordial, respeto y confianza. Ella se ha integrado en mi familia y en mi ambiente con total naturalidad. Y yo he aprendido mucho del contacto con su mundo. He aprendido a valorar el esfuerzo de tantas personas que como ella y el padre de su niño se han lanzado a “cruzar el charco” buscando una vida mejor. Algo a lo que tenemos derecho todos los hombres y mujeres de todos los continentes y de todas las culturas, aunque no siempre sea entendido ni aprecia

9. Para terminar, Pilar, tú siempre has sido una persona de enorme vitalidad y energía. En esta etapa de tu vida, de lúcida vejez, ¿cuáles son hoy tus mayores anhelos?

R Doy muchas gracias a Dios porque me conserva la mente bien, a pesar de mis 85 años, y esto me permite tener más tiempo para rezar, leer y conectarme con otras realidades más lejanas a través de Internet. Pero también siento el peso de la soledad, que no consigo transformar en “soledad sonora” . ¿Anhelos? Tratar de vivir aquello de que “cuando eras niño….cuan seas viejo otro te ceñirá “Procurar la aceptación gozosa de mi realidad. Ser testigo en la sencillez de mi vida actual. Sentirme Iglesia, aunque me resulte difícil, por mis circunstancias, vivir la comunidad eclesial. ….Buscar el mayor contacto posible con la HOAC para seguir enganchada a la AC como en mi juventud y en toda mi vida. Y, en general,                       SEGUIR SOÑANDO LA UTOPÍA DEL REINO.
       

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