Del 16 al 22 de julio, hemos celebrado en la Residencia de los Padres Paúles, de
Salamanca, los Cursos de Verano de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC),
300 personas representando a 42 diócesis han participado en este espacio de oración,
diálogo y profundización, con un clima de convivencia y fraternidad. También hemos
contado con la presencia de Carlos López Hernández, obispo de Salamanca.
A través de distintas jornadas hemos reflexionado sobre cómo acompañar desde las
responsabilidades de consiliaria y animación de la fe la vivencia del compromiso
apostólico y de la formación con la experiencia del amor de Dios en nuestras vidas y en
la vida del mundo obrero y del trabajo.
Hemos escuchado, profundizado y dialogado, con personas comprometidas en la
cultura del trabajo; con los principales dirigentes de los sindicatos del país, y con
representantes de asociaciones de trabajadores y trabajadoras, sobre cuáles son los
retos que la realidad de precariedad, paro y exclusión plantea al mundo obrero y del
trabajo y cómo responder ante las dificultades del trabajo con justicia y fraternidad.
Hemos puesto en común experiencias de nuestro compromiso social, sindical y político
que intentan ser expresión de la misericordia de Dios con nuestros compañeros y
compañeras del trabajo. Y hemos orado desde nuestro ser Iglesia, potenciando la
espiritualidad y la mística militante.
En el marco de estos días, también hemos tenido la oportunidad de compartir la
Eucaristía en la parroquia de San Sebastián, junto con la unidad pastoral del centro
histórico de Salamanca.
Hemos hecho visible, con una representación en la plaza de
Anaya, las situaciones de injusticia, pobreza y exclusión que el sistema nos quiere
implantar que, como dice el papa Francisco, es una lógica económica que “mata” y que
descarta a la persona.
Queremos subrayar que el futuro del trabajo pasa por situar a la
persona en el centro “de la cuestión social” y haciendo efectiva la solidaridad. Esta
sociedad solo podrá ser decente en la medida que sea capaz de procurar trabajo digno
para todos los hombres y mujeres.
Con todo ello, queremos afirmar que:
1) El trabajo ha ido pasando progresivamente de ser un bien para la vida a ser un
instrumento para la producción. La deshumanización del trabajo coloca a la
persona en una peligrosa situación de vulnerabilidad y exclusión social.
2) Muchos trabajadores y trabajadoras están sufriendo una gran precariedad. Y
esta precarización del trabajo que estamos padeciendo supone también la
degradación de la empresa y de la economía, por lo que estamos llamados a
repensar el sentido y la función que realmente deben tener para que sirvan al
bien común.
3) Creemos que, ante la situación de insolidaridad estructural que se vive en todo
el mundo, respecto a los trabajadores y trabajadoras, es esencial nuestro
compromiso sindical en la pobreza y en la debilidad del mundo obrero, para ser
testigos vivos de un proyecto de humanización, uniendo amor y justicia.
Creemos en el papel estratégico de las organizaciones de trabajadores, pilares
fundamentales de la democracia que, mediante el diálogo social y la
negociación colectiva, construyen sociedades más justas.
4) Como creyentes en Jesús de Nazaret, y consecuentes con la Doctrina Social de
la Iglesia, reafirmamos la centralidad de la persona humana y el derecho al
trabajo decente en un modelo de desarrollo inclusivo, solidario y respetuoso
con la casa común.
Salamanca, 20 de julio de 2018