lunes, 21 de noviembre de 2016

Comunicado de las XXII Jornadas Generales de Pastoral Obrera.

http://www.hoac.es/2016/11/21/iglesia-comprometida-por-el-trabajo-decente/

Convocados por el Departamento de Pastoral Obrera de la Conferencia Episcopal Española, nos hemos reunido en Ávila, los días 19 y 20 de noviembre, delegados diocesanos, miembros de los Movimientos Apostólicos Obreros, y de equipos de Pastoral obrera, para celebrar las XXII Jornadas de Pastoral Obrera, bajo el lema Iglesia comprometida por el trabajo decente, para dialogar, reflexionar, compartir experiencias, y abordar propuestas pastorales para seguir impulsando la tarea de ser y hacer visible una Iglesia comprometida por el trabajo decente.
En línea de continuidad con jornadas anteriores, hemos abordado este año la reflexión sobre la actual configuración del trabajo, que nos ha invitado a tomar conciencia de su realidad y hemos propuesto retos pastorales para la Iglesia española en el mundo del trabajo. Hemos presentado, igualmente, una propuesta de formación para los equipos de Pastoral Obrera.
Hemos presentado, también, la iniciativa Iglesia unida por el trabajo decente, impulsada por un conjunto de organizaciones eclesiales, que ha hecho surgir una experiencia de trabajo eclesial a través de la cual se ha puesto de manifiesto la necesidad de seguir apoyando la justa reclamación y la necesaria consecución de un trabajo decente, en el sentido que el papa Benedicto XVI ya describió en Cáritas in veritate 63.
Como Iglesia en el mundo obrero y del trabajo, seguimos haciendo nuestro el sufrimiento que la lógica de este sistema genera en las y los trabajadores y sus familias, a quienes vamos acompañando con misericordia. Desempleados de larga duración, jóvenes, mujeres, inmigrantes, trabajadores precarios… conforman el rostro sufriente del mundo obrero. Nuestro empeño de seguir acompañando con misericordia sus vidas ha de seguir siendo prioritario. Como dice el papa Francisco, para contrarrestar la desesperanza, la comunidad cristiana “se mete con obras y gestos en la vida cotidiana de los demás, achica distancias… y asume la vida humana, tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo[1]
Es necesario, al término del año de la Misericordia, seguir uniendo misericordia y justicia, seguir denunciando la inmoralidad radical, la inhumanidad profunda con la que se organiza el sistema económico cuando no está al servicio de las personas, de sus necesidades humanas, especialmente de los más pobres. Seguimos clamando contra la lógica inmisericorde de un capitalismo sin entrañas, de un sistema económico que descarta a las personas y, como recuerda con insistencia el papa Francisco, priva radicalmente de dignidad a las personas cuando las priva de su humanidad, impidiéndoles realizar un trabajo decente. Uno de los graves problemas hoy, es que el empleo precario, sin derechos, mal pagado, sin que permita salir de la pobreza, se ha convertido en el empleo normal.
La economía, y la política, no están al servicio de las personas, y necesitamos una economía y una política profundamente humanas y humanizadoras. Reclamarlas, y trabajar para que vayan siendo posibles, son exigencias de las implicaciones políticas de nuestra fe cristiana. Hace milenios[2] la Iglesia y los profetas dijeron lo que tanto escandaliza que repita el Papa en este tiempo cuando todo aquello alcanza expresiones inéditas. “Toda la doctrina social de la Iglesia y el magisterio se rebelan contra el ídolo-dinero que reina en lugar de servir, tiraniza y aterroriza a la humanidad.”
Nos sentimos nuevamente convocados a ser Iglesia comprometida por el trabajo decente, al servicio de nuestras hermanas y hermanos, de su intrínseca dignidad de hijos e hijas de Dios, que nos urge a trabajar con misericordia, por la justicia.
Seguimos invitando  a todas las instancias eclesiales a sentirse convocadas a un empeño continuo en favor del trabajo decente, y seguimos reclamando de los poderes públicos un empeño sincero por ir generando condiciones objetivas que lo hagan posible, poniendo en el centro de sus políticas económicas la prioridad del servicio a las personas, no al capital.
Nuestra esperanza en Jesucristo, Misericordia de Dios, nos sigue impulsando a una vida de servicio, solidaridad y humildad en favor del mundo obrero, y en especial de los que más sufren.[3]
Ávila, 20 de noviembre de 2016.
Departamento de Pastoral Obrera –CEAS
***
[1] EG 24
[2] Francisco. discurso en el III Encuentro de Movimientos Populares, 5 nov 2016
[3] Ídem

Alfonso XI, 4 – 4º   28014 MADRID

viernes, 18 de noviembre de 2016

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Un signo de esperanza #EMMP2016


Un signo de esperanza #EMMP2016
Del 2 al 5 de noviembre se ha celebrado en Roma el III Encuentro Mundial de Movimientos Populares, una iniciativa conjunta del papa Francisco, con el Consejo Pontificio de Justicia y Paz y las propias organizaciones populares. El primer encuentro se celebró también en Roma en 2014 y el segundo en Santa Cruz de la Sierra (Bolivia) en 2015. En continuidad con los dos anteriores, este tiene como objetivos: promover el protagonismo de los excluidos en su lucha por Tierra, Techo y Trabajo; contribuir a la construcción de los cambios estructurales que el mundo necesita, apoyados en la propuesta que el papa Francisco ha enunciado en Evangelii gaudium y Laudato si', ayudar a las organizaciones populares a coordinar acciones a nivel regional e internacional; fortalecer el diálogo y la cooperación entre la Iglesia (a nivel nacional, regional y global) y las organizaciones populares. Desde el mismo anhelo que en los dos anteriores encuentros –Tierra, Techo y Trabajo para todas y todos–, en este ocasión se pone el acento en las propuestas de acción y prestar una especial atención a la degradación de la naturaleza desde la perspectiva de la ecología integral y al drama de los migrantes y refugiados, desplazados de su tierra por las distintas formas de violencia. Porque, como se dijo en el encuentro de Bolivia, «un sistema que no puede brindar tierra, techo y trabajo para todos, que socava la paz entre las personas y amenaza la propia subsistencia de la Madre Tierra, no puede seguir rigiendo el destino del planeta».
Como en las dos anteriores, en esta convocatoria han participado cristianos inmersos en los movimientos populares, obispos y, sobre todo, muchas otras personas que están comprometidas con estos movimientos populares y que, a su vez, son creyentes de otras religiones o no son creyentes. La riqueza y valor del encuentro en este sentido es muy grande. Militantes de la HOAC participaron en los dos anteriores encuentros como miembros de movimientos populares como el de los barrios ignorados, barrios obreros que se han ido degradando, o el de las plataformas de afectados por las hipotecas. En esta ocasión, la HOAC ha participado como movimiento, dentro de la delegación del Movimiento Mundial de Trabajadores Cristianos, muy implicado desde el principio en los Encuentros en su defensa del trabajo digno.
El Encuentro Mundial de Movimientos Populares es un gran signo de esperanza. En primer lugar, por el mismo hecho de ser un espacio de encuentro e impulso de los propios movimientos populares, que son en sí mismos un signo de esperanza en el mundo. Como dijo el papa Francisco en el II Encuentro: «Ustedes, los más humildes, los explotados, los pobres y excluidos, pueden y hacen mucho. Me atrevo a decirles que el futuro de la humanidad está, en gran medida, en sus manos, en su capacidad de organizarse y promover alternativas creativas, en la búsqueda cotidiana de "las tres T" (Tierra, Techo, Trabajo) y, también, en su participación protagonista en los grandes procesos de cambio. Cambios nacionales, cambios regionales y cambios mundiales. ¡No se achiquen!». En segundo lugar, por lo que supone el Encuentro para facilitar e impulsar el diálogo y la cooperación fecundas entre la Iglesia y las organizaciones populares; lo que supone tanto de apoyo para los propios movimientos como para la Iglesia, que así crece en ser Iglesia de los pobres, fiel a Jesucristo. En tercer lugar, por lo que representa de acompañamiento, apoyo e impulso a los cristianos comprometidos en los movimientos populares. ¡Damos gracias por el Amor de Dios, que alienta estas iniciativas y estas luchas por la dignidad humana!
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