martes, 7 de septiembre de 2010

Reflexión sobre la migración



El opulento Primer Mundo le preguntó para ponerlo a prueba: “Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?”. Él le dijo: “¿Qué es lo que está escrito en vuestros libros sagrados? ¿Qué es lo que dicen vuestros líderes religiosos?”. El Primer Mundo contestó: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente. Y a tu prójimo como a ti mismo”. Él le dijo: “Bien contestado. Haz eso y tendrás vida”. Pero el Primer Mundo, queriendo justificarse, preguntó: “¿Y quién es mi prójimo?”.
  
Jesús le contestó: “En una ocasión, 51 inmigrantes que huían de las guerras, el saqueo y las hambrunas de sus pueblos, navegaban a la deriva en aguas internacionales entre Libia y Malta. Iban en un frágil cayuco, sedientos y medio muertos. Aquella situación la vimos todos por televisión. Pero lo gobiernos de los países mediterráneos, muy ocupados en el conflicto entre israelíes y palestinos, dieron un rodeo encogiéndose de hombros. Lo mismo hicieron los países de la Unión Europea, muy preocupados en enviar material de guerra a Irak y Afganistán y en cómo controlar el precio del petróleo y aumentar los beneficios bancarios. Igualmente, los católicos dieron un rodeo y pasaron de largo, pues estaban muy preocupados por el aumento de la indiferencia religiosa, el laicismo y la enseñanza de la religión en las escuelas. Incluso el mismo Estado Vaticano no se atrevió a tomar la iniciativa de abrir sus puertas y acoger en sus lujosos aposentos tanta desesperanza.

Sin embargo, un pesquero español, el “Francisco y Catalina”, que estaba faenando por aquellas aguas, vio el cayuco, a los tripulantes se le conmovieron las entrañas y los rescataron. “No somos héroes, somos marineros, pero lo volveríamos a hacer sin ninguna duda”, dijeron al ser preguntados por los periodistas que querían convertir la compasión en espectáculo. Los subieron a cubierta, les vendaron las heridas y compartieron con ellos agua y comida. Y apretujados aguantaron, entre el estupor y la indignación, la negativa de las autoridades de Malta al desembarco en sus costas. Cada día que pasaba ponían de su bolsillo los 6.000 euros de su jornada laboral...

¿Qué te parece? ¿Quién de todos ellos se hizo prójimo de aquellos náufragos inmigrantes africanos?”... El Primer Mundo contestó: “Los que tuvieron compasión de ellos”. Jesús le dijo: “Pues anda y haz tú lo mismo”.

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