lunes, 6 de marzo de 2017

Comunicado ante el día internacional de la Mujer trabajadora


Carmen, de 26 años, trabaja de reponedora en una gran superficie. Se desplaza 100km para trabajar 3h cada jornada por 3,5€/h. “Tal y como está el mercado del trabajo, me temo que gran parte de mi vida laboral y la de mucha gente va a ser así de precaria mucho tiempo”.

Junto a Carmen y a tantas mujeres y hombres que sufren condiciones injustas celebramos el 8 de marzo el Día de la Mujer Trabajadora, un símbolo de la lucha de las mujeres trabajadoras por el reconocimiento de la dignidad, lucha que hoy ha de seguir viva.
Fue en 1911 cuando se celebró por primera vez el Día Internacional de la Mujer Trabajadora con una reivindicación a favor del derecho al voto, el derecho al trabajo y la no discriminación laboral.
Con aquel primer Día Internacional de la Mujer Trabajadora se inicia una tradición que cumple 106 años de lucha en pro de la igualdad, la justicia, la paz y el desarrollo.

El trabajo debe respetar a la persona en todas sus dimensiones, porque el trabajo es «la “clave esencial” de toda la organización social, condiciona el desarrollo no sólo económico, sino también cultural y moral, de las personas, de la familia, de la sociedad y de todo el género humano» (Laborem Exercens 3). Sin embargo, hoy el trabajo no respeta la persona y su dignidad, relegándola al beneficio económico, y generando, precariedad, desigualdad, empobrecimiento, violencia contra la mujer y falta de conciliación laboral.


El papa Francisco nos recuerda que El trabajo es sagrado, el trabajo da dignidad a una familia y debemos rezar para que no falte el trabajo a ninguna familia”.
Como Iglesia queremos decir alto y claro que:


  • No podemos callar  ante la injusticia social, ante la violación de los derechos de las trabajadoras y trabajadores.
  • No podemos permanecer al margen ante la realidad de la violencia contra las mujeres y hemos de dar pasos en la sensibilización y formación.
  • No podemos continuar utilizando prácticas y lenguajes excluyentes, discriminatorios que justifiquen el empobrecimiento y la violencia contra las mujeres.
  • Invitamos a la sociedad a implicarnos en la defensa del trabajo digno para que entre todas y todos eliminemos la precariedad, la desigualdad y el empobrecimiento que afecta a tantas trabajadoras y trabajadores.
  • Exigimos a gobiernos, instituciones y organizaciones sociales el incremento de políticas de igualdad que reconozcan a la mujer su dignidad, su plena integración y protagonismo en la vida social.
  • Hacemos una llamada para avanzar hacia la igualdad en el seno de nuestra Iglesia, a fin de que la aportación femenina enriquezca decididamente a la comunidad eclesial como ya proponía el Concilio Vaticano II.
En este 8 de marzo, Mujeres y Teología, la JOC y la HOAC, junto a toda la Iglesia y  la sociedad entera nos comprometemos en una acción transformadora que nos compete a todas y a todos, luchar por desterrar la violencia económica, laboral, social y cultural contra las mujeres trabajadoras, acompañando sus vidas, sus esperanzas,  abriendo caminos nuevos que posibiliten otra forma de vivir, de organización económica y social,  y otra cultura  que respete la dignidad de las  personas por encima de todo.

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