En mayo de 1946 nace la Hermandad Obrera de Acción
Católica a instancias de Pío XII y con el impulso del Cardenal Plà i
Deniel. El objetivo de la creación de este movimiento de Acción Católica
era la de acercar la Iglesia a los trabajadores.
A
quien se le hace el encargo de poner en marcha este movimiento es a
Guillermo Rovirosa, el verdadero impulsor de la HOAC. Y así lo hace,
recorriendo las diócesis españolas, dando cursillos, creando centros
obreros de AC, colaborando en el semanario TÚ, dirigiendo el Boletín
(actualmente Noticias Obreras), escribiendo libros..., en definitiva, y
como él mismo decía: “devolviendo a Cristo a los pobres”.
Durante
estos 60 años de historia, de vida, la tarea fundamental de la HOAC ha
sido y sigue siendo devolver al obrero su dignidad de hijo de Dios;
nuestros esfuerzos han ido y van dirigidos a que el trabajador y su
familia tengan los medios materiales, culturales y espirituales para que
puedan realizarse como persona y como proyecto de humanización al que
están llamados. En definitiva, nuestra labor se ha dirigido y sigue
dirigiéndose, por una parte, a colaborar a generar una nueva cultura,
una nueva conciencia, una nueva manera de pensar, sentir y actuar desde
el Evangelio de Jesucristo, y una nueva manera de vivir en comunión. Y
por otra, a colaborar a recuperar la política como dimensión fundamental
de la vida de las personas, a generar conciencia y participación
políticas, teniendo en cuenta la relación que existe entre la vida de
las personas, los ambientes y las estructuras.
Por
eso, nuestro compromiso hoy sigue siendo el mismo que hace 60 años: dar
respuesta a las circunstancias que vive el mundo obrero hoy. Porque el
mundo obrero sigue existiendo, y en conflicto. Un conflicto que nace de
reducir a la persona del trabajador en un instrumento y en tratarla como
tal, y de quitar al mundo del trabajo sus recursos y las formas de vida
comunitaria.
Por todo ello, nuestra
tarea tiene más sentido que nunca, porque mientras existan personas que
sufren la precariedad, las malas condiciones de trabajo, los accidentes
laborales, el paro, la marginación y exclusión por falta de un empleo;
mientras haya mujeres que sufran la desigualdad en el trabajo, soporten
una doble jornada dentro y fuera de casa; o que las familias tengan que
estar separadas por motivos laborales, sin tiempo para dedicar a las
relaciones personales y sociales, a la educación de los hijos...;
mientras los inmigrantes que vienen a nuestro país en busca de trabajo
tengan dificultades a acceder a un empleo digno y con derechos y no
puedan estructurar su vida personal y familiar por este motivo, la tarea
encomendada a la HOAC de evangelizar el mundo obrero y del trabajo
sigue teniendo sentido y razón de ser aquí y ahora.
Rememorando
aquella I Semana Nacional, que tuvo lugar del 26 de octubre al 3 de
noviembre de 1946, reafirmamos nuestro compromiso con el mundo obrero,
porque “ahora más que nunca” sigue siendo necesario acercarnos a
la realidad de fragmentación y precariedad que viven y sufren tantos
trabajadores y trabajadoras, conocer en profundidad lo que les pasa,
cómo viven, en qué condiciones trabajan... y desde ahí denunciar todo lo
que se opone al Plan de Dios y anunciar que es posible una organización
más justa del trabajo, donde se tenga en cuenta a la persona de
trabajador y a su familia.
Como Rovirosa, con su testimonio, con su mismo entusiasmo y entrega afirmamos que “En la HOAC sólo se da una cosa de valor altísimo: Jesucristo”,
y que por fidelidad a Él y a la misión encomendada, nos empeñamos en
dar respuesta adecuada a las dificultades que hoy vive el mundo obrero.
Por eso queremos ser una comunidad eclesial más encarnada en su
debilidad y pobreza, y desde ahí anunciar a Jesucristo y a su Iglesia.
LA COMISIÓN PERMANENTE DE LA HOAC
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