En
las siguientes líneas ofrecemos la entrevista a Pilar Díaz Peñalver,
una mujer con una amplia e intensa experiencia eclesial dentro de la
Acción Católica diocesana y nacional. Desde hace años vive en Ciudad
Real y sigue muy de cerca la vida de los movimientos.
1. Pilar, ¿cuándo llegaste a Ciudad Real? ¿Por qué elegiste esta ciudad? ¿Pensabas volver a tu lugar de origen, Madrid?
R. Llegué
a Ciudad Real en septiembre de 1979 por razones de trabajo. Concursé a
cátedras de Filosofía de Instituto y, al no haber ninguna vacante en
Madrid, elegí Ciudad Real por la cercanía. Pensaba volver a Madrid en el
primer concurso de traslados, pero mi madre, que vivía
conmigo, enfermó y necesitaba toda mi atención. Procuré acomodarme, me
dediqué con más intensidad al Instituto “Juan de Avila”, del que fui
directora, y me integré en un grupo de HOAC y en mi parroquia. Mi madre
murió en el 89 y para entonces yo “era” ya de esta tierra que tan bien
me había acogido.Y hasta ahora.
2.
Fuiste la primera mujer Delegada de Apostolado Seglar en la diócesis de
Ciudad Real. ¿Cómo se produjo eso? ¿Cómo fue para ti aquella
experiencia?
R. Me
llegó la jubilación en 1990 y fue entonces cuando mi Obispo, D. Rafael,
con quien yo había trabajado en la A.C. nacional (esa era la
denominación de entonces) en
Madrid, me ofreció la Delegación Diocesana de Apostolado Seglar.
Acepté, bastante asustada pero con ilusión. Sólo puse una condición: que
D.Rafael consultara con los movimientos y asociaciones que integraban
la Delegación, no porque fuese preceptivo al tratarse de una delegación
personal del Obispo, sino porque no me iba a ser fácil trabajar sin una
aceptación básica de los movimientos. La experiencia fue para mí
sumamente positiva. Hubo luces y sombras, aciertos y errores, alguna que
otra resistencia y muchas colaboraciones. Conservo de entonces algunas
entrañables amistades. Y le doy gracias a Dios por el apoyo y la
entrañable amistad de D. Rafael. Cuando terminé mi trabajo den la
Delegación me escribió una carta, que conservo y que no sé cómo
agradecerle. En ella me decía, entre otras cosas, “…han sido años de
consolidación sencilla, pero eficaz, un resurgir esperanzado del
compromiso de los seglares en nuestra diócesis”. Le doy gracias al Señor
y a los compañeros de trabajo por haber encontrado una oportunidad para
seguir en el “tajo” al llegar la jubilación.
3.
Tú anteriormente en la diócesis de Madrid ya pertenecías a la Acción
Católica, incluso tuviste responsabilidades relevantes. Explícanos
brevemente cuáles fueron.
R. Estaba
en la AC desde los 15 años. En aquella época era frecuente “apuntarse” a
la AC, estaba en el ambiente. Pero yo creo que lo tomé muy en serio
desde el principio porque descubrí –asombrada- que yo tenía una misión activa
en la Iglesia y que eso comprometía mi vida entera, la vida ordinaria y
sencilla de una chica seglar. Doy gracias al Señor por ello y no tanto
por los “cargos” o responsabilidades relevantes que vinieron después. En
la diócesis de Madrid fui Presidenta delConsejo Diocesano de las
Jóvenes de AC. Pasaron los años y me incorporé a las Mujeres de AC y
trabajé en el Consejo Diocesano, concretamente en el llamado Movimiento
Urbano, un movimiento que llevaba ya unos años intentando una evolución
lenta pero muy interesante hacia posturas menos
inmovilistas de las frecuentes en la Iglesia de aquella época. Artífice
de esta evolución fue, junto con un grupo reducido de mujeres, Tomás
Malagón con su “Semana Impacto”. Se iban sembrando inquietudes e
incorporando la metodología activa – ver, juzgar y actuar- que ya se
vivía en los movimientos especializados, en
grupos de mujeres de las distintas diócesis que, por lo general, vivían
un cristianismo aburguesado y que recibieron con entusiasmo los nuevos
planteamientos. Y ahí me sorprendió la famosa “crisis de laAC”, de la
que luego hablaré.
4. A
ti te tocó vivir como testigo de primera fila uno de los períodos más
críticos de la AC y de nuestra Iglesia posconciliar, la llamada “crisis
de la AC”, incluso participaste de manera significativa en la búsqueda
de soluciones. ¿Puedes brevemente relatarnos, desde tu experiencia,
algunos de los sucesos más relevantes que viviste y cual fue tu papel en
ellos?
R. Desde
mi experiencia, a mi juicio influyeron por una parte los cambios que se
iban produciendo en la vida social y política del pais. Y por otra, la
evolución que se iba vislumbrando en la vida eclesial, muy en relación
con la anterior. Estamos en los años del Concilio con muchos obispos
aferrados todavía al nacionalcatolicismo (como muestra, era Consiliario
de la AC nacional D. José Guerra Campos). Pero al mismo tiempo había ya
unos cuantos obispos claramente conciliares: Torija, Yanes, Iniesta, …y,
sobre todo, Tarancón, a quien tanto debe la Iglesia española. Entre los
signos más interesantes del momento, la Asamblea Conjunta de Obispos y
Sacerdotes, con cierta participación de seglares, yo entre ellos. Allí
se dijeron cosas que más o menos estaban en el ambiente, pero no tan
explícitas en
ese ámbito. Posiciones valientes y tensión de fondo….y de forma
.Recuerdo también cómo en los grupos de AC se vivían ciertas intuiciones
sobre el papel activo de los seglares y
su compromiso en la transformación del mundo que después se vieron
confirmadas y explicitadas en los decretos y constituciones del
Concilio. Para mí esta es una riqueza no suficientemente valorada en la
Iglesia española.
En
los Movimientos especializados se vivía la necesidad de denunciar la
falta de libertades y las situaciones de injusticia. No era tarea fácil y
daba lugar a
fuertes tensiones con las autoridades civiles (muchos militantes fueron
a la cárcel) y con una parte muy influyente de la Jerarquía de la
Iglesia, y muchos militantes se “quemaron” en la lucha. Había también
signos de esperanza. Pero el conflicto estaba servido y saltó la chispa:
dimisiones en masa de consiliarios y dirigentes de la ACNacional y
bastantes diocesanos.
Yo
viví esta situación al principio desde el Movimiento Urbano de la
diócesis de Madrid. En el plano nacional, los movimientos quedaros
desmantelados y fue entonces cuando los obispos me llamaron para
intentar relanzar la AC desde el movimiento de Mujeres. Algo así como
salvar algo del naufragio…Pero ¿qué era lo que se pretendía salvar? Se
corría el riesgo de volver a posturas inmovilistas y ahí no estaba yo.
Pensaba que no se trataba de una vuelta al pasado, sino de intentar un
relanzar de la AC con todas las conquistas conseguidas con tanto
esfuerzo. Lo pase mal. Consulté, recé y, prácticamente en solitario, acepté.
Lo primero fue contactar con las diócesis que lo aceptaran y presentar
un proyecto de renovación orientado a profundizar en el compromiso de
las militantes en el mundo, ya que ellas estaban más sensibilizadas
hacia el trabajo intraeclesial. No fue fácil, pero se iba caminando.
Al
poco tiempo me llamo el Presidente de la CEAS para pedirme que me
hiciera cargo de la presidencia de la Junta Nacional de AC, un organismo
que venía a ser semejante al actual
Secretariado General de la Federación de Movimientos. Ya por entonces
cesado como conciliarlo y presidente respectivamente Guerra Campos y
Antonio Fuertes, y era Obispo Consiliario de la AC D.Rafael Torija. Esto
me animó a aceptar porque el trabajo con D. Rafael era una gracia de
Dios. Pero lo teníamos difícil. Intentamos, desde la pobreza de medios,
un acercamiento a todos los movimientos de la AC, pero la cosa no era
fácil; había heridas del pasado y hasta concepciones distintas de
Iglesia y de la AC. En esta tarea me ayudó mucho el que era entonces
Consiliario Nacional de la HOAC,
Antonio Martín, que sigue siendo un gran amigo. Él consiguió un primer
acercamiento entre la HOAC y la Junta Nacional. Logramos reunir a
bastantes movimientos en unas sesiones interminables y con pocos
resultados, con unos encuentros que eran más bien “encontronazos”….
Había
signos de esperanza y algunas realidades positivas. Se inició un
proceso, que culminó después de terminar mi mandato como Presidenta, de
transformación de la Junta de ser un organismo centralizador en una
Coordinadora de Movimientos, lo que facilitó el trabajo y la relación
cordial entre los movimientos.
5.
De entonces acá han pasado más de cuarenta años. Se han producido
vaivenes importantes en nuestra sociedad y en nuestra Iglesia. ¿Qué
valoración haces de este tiempo? ¿Qué avances, estancamientos o
retrocesos percibes que se han producido desde entonces en la sociedad y
en nuestra Iglesia?
En estos años y progresivamente me parece percibir una
involución descorazonadora en nuestra Iglesia. Y me pregunto, si el
mensaje evangélico es, de suyo, atrayente, ¿por qué la gente corriente
no encuentra respuesta a sus problemas cotidianos en la Iglesia de
Jesús? Claro que hay numerosos documentos de la Iglesia oficial, pero
con frecuencia no conectan con la gente de la calle, ni siquiera en el
lenguaje. Hay en ellos demasiada preocupación por “conservar” y poca
audacia para “avanzar”. La gente busca caminos para ayudar, y ahí están
las numerosas ONGs ., pero yo echo de menos aquel entusiasmo de los
primeros años del Concilio y del poconcilio. Seguramente parte de la
situación puede explicarse por la época postmoderna que nos ha tocado
vivir; pero yo sigo preguntándome por la postura de la Iglesia oficial
ante esas realidades.
En
la sociedad, me preocupa la despreocupación de los jóvenes y el
“pasotismo” de los adultos ante la política. Seguramente es una
manifestación más del neocapitalismo que nos lleva a buscar “mis”
intereses y conveniencias despreciando en la práctica a los que lo pasan
mal.
6. ¿Y la AC y los movimientos obreros especializados, cómo los ves, teniendo en cuenta la historia transcurrida?
Tengo
una visión muy parcial de la situación actual de los movimientos de la
AC porque llevo varios años sin estar integrada en ninguno, por mi
situación personal.
Pero
resiento militante y sigo bastante de cerca la evolución de algunos de
ellos. No sé si, por lo general, en las parroquias preparan y ayudan a
los militantes para su compromiso en el mundo, y esto sería un fallo,
porque entiendo que la comunidad eclesial tiene mucha parte en ello.
7. ¿Cuál es hoy tu relación con la HOAC y sus militantes?
No
soy propiamente militante de HOAC por mis limitaciones físicas, pero
tengo una estupenda relación con el movimiento y con muchos de sus
militantes. Asisto a Retiros y otras jornadas, leo sus publicaciones y
me siento cercana a ellos porque ellos están cerca de mí, especialmente a
nivel personal y de amistad.
8.
Tus limitaciones físicas han hecho que necesitases acompañamiento y
cuidado personal en tu casa. Ello te ha posibilitado conocer algo mejor
la realidad de la inmigración. Tu experiencia está siendo positiva, ¿no
es así?
R Se
llama Guadalupe, es ecuatoriana y vino a mi casa haca cuatro años
contratada como empleada de hogar interna. Hoy somos amigas y nuestra
relación se parece más al modelo familiar y de amistad que al meramente
laboral. Entre tanto ha llegado a nuestras vidas y a mi casa un nuevo
habitante, Leandro, un niño precioso y simpatiquísimo que ahora tiene ya
diez meses. Hay, por ambas partes, acogida cordial, respeto y
confianza. Ella se ha integrado en mi familia y en mi ambiente con total
naturalidad. Y yo he aprendido mucho del contacto con su mundo. He
aprendido a valorar el esfuerzo de tantas personas que como ella y el
padre de su niño se han lanzado a “cruzar el charco” buscando una vida
mejor. Algo a lo que tenemos derecho todos los hombres y mujeres de
todos los continentes y de todas las culturas, aunque no siempre sea
entendido ni aprecia
9. Para
terminar, Pilar, tú siempre has sido una persona de enorme vitalidad y
energía. En esta etapa de tu vida, de lúcida vejez, ¿cuáles son hoy tus
mayores anhelos?
R Doy
muchas gracias a Dios porque me conserva la mente bien, a pesar de mis
85 años, y esto me permite tener más tiempo para rezar, leer y
conectarme con otras realidades más lejanas a través de Internet. Pero
también siento el peso de la soledad, que no consigo transformar en
“soledad sonora” . ¿Anhelos? Tratar de vivir aquello de que “cuando eras
niño….cuan seas viejo otro te ceñirá “Procurar la aceptación gozosa de
mi realidad. Ser testigo en la sencillez de mi vida actual. Sentirme
Iglesia, aunque me resulte difícil, por mis circunstancias, vivir la
comunidad eclesial. ….Buscar el mayor contacto posible con la HOAC para
seguir enganchada a la AC como en mi juventud y en toda mi vida. Y, en
general, SEGUIR SOÑANDO LA UTOPÍA DEL REINO.
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