El
opulento Primer Mundo le preguntó para ponerlo a prueba: “Maestro, ¿qué
tengo que hacer para heredar la vida eterna?”. Él le dijo: “¿Qué es lo
que está escrito en vuestros libros sagrados? ¿Qué es lo que dicen
vuestros líderes religiosos?”. El Primer Mundo contestó: “Amarás al
Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus
fuerzas y con toda tu mente. Y a tu prójimo como a ti mismo”. Él le
dijo: “Bien contestado. Haz eso y tendrás vida”. Pero el Primer Mundo,
queriendo justificarse, preguntó: “¿Y quién es mi prójimo?”.
Jesús
le contestó: “En una ocasión, 51 inmigrantes que huían de las guerras,
el saqueo y las hambrunas de sus pueblos, navegaban a la deriva en aguas
internacionales entre Libia y Malta. Iban en un frágil cayuco,
sedientos y medio muertos. Aquella situación la vimos todos por
televisión. Pero lo gobiernos de los países mediterráneos, muy ocupados
en el conflicto entre israelíes y palestinos, dieron un rodeo
encogiéndose de hombros. Lo mismo hicieron los países de la Unión
Europea, muy preocupados en enviar material de guerra a Irak y
Afganistán y en cómo controlar el precio del petróleo y aumentar los
beneficios bancarios. Igualmente, los católicos dieron un rodeo y
pasaron de largo, pues estaban muy preocupados por el aumento de la
indiferencia religiosa, el laicismo y la enseñanza de la religión en las
escuelas. Incluso el mismo Estado Vaticano no se atrevió a tomar la
iniciativa de abrir sus puertas y acoger en sus lujosos aposentos tanta
desesperanza.
Sin
embargo, un pesquero español, el “Francisco y Catalina”, que estaba
faenando por aquellas aguas, vio el cayuco, a los tripulantes se le
conmovieron las entrañas y los rescataron. “No somos héroes, somos
marineros, pero lo volveríamos a hacer sin ninguna duda”, dijeron al ser
preguntados por los periodistas que querían convertir la compasión en
espectáculo. Los subieron a cubierta, les vendaron las heridas y
compartieron con ellos agua y comida. Y apretujados aguantaron, entre el
estupor y la indignación, la negativa de las autoridades de Malta al
desembarco en sus costas. Cada día que pasaba ponían de su bolsillo los
6.000 euros de su jornada laboral...
¿Qué
te parece? ¿Quién de todos ellos se hizo prójimo de aquellos náufragos
inmigrantes africanos?”... El Primer Mundo contestó: “Los que tuvieron
compasión de ellos”. Jesús le dijo: “Pues anda y haz tú lo mismo”.
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