Carmen, de 26 años, trabaja de
reponedora en una gran superficie. Se desplaza 100km para trabajar 3h cada
jornada por 3,5€/h. “Tal y como está el
mercado del trabajo, me temo que gran parte de mi vida laboral y la de mucha
gente va a ser así de precaria mucho tiempo”.
Junto
a Carmen y a tantas mujeres y hombres que sufren condiciones injustas
celebramos el 8 de marzo el Día de la Mujer Trabajadora, un símbolo de la
lucha de las mujeres trabajadoras por el reconocimiento de la dignidad, lucha
que hoy ha de seguir viva.
Fue en
1911 cuando se celebró por primera vez el Día Internacional de la Mujer
Trabajadora con una reivindicación a favor del derecho al voto, el derecho al
trabajo y la no discriminación laboral.
Con aquel
primer Día Internacional de la Mujer Trabajadora se inicia una tradición que
cumple 106 años de
lucha en pro de la igualdad, la justicia, la paz y el desarrollo.
El trabajo debe respetar a la persona en
todas sus dimensiones, porque el trabajo es «la
“clave esencial” de toda la organización social, condiciona el desarrollo no
sólo económico, sino también cultural y moral, de las personas, de la familia,
de la sociedad y de todo el género humano» (Laborem Exercens 3). Sin
embargo, hoy el trabajo no respeta la persona y su dignidad, relegándola al
beneficio económico, y generando, precariedad, desigualdad, empobrecimiento,
violencia contra la mujer y falta de conciliación laboral.
El papa Francisco nos recuerda
que “El trabajo
es sagrado, el
trabajo da dignidad a una familia y debemos rezar para que no falte el trabajo
a ninguna familia”.
Como
Iglesia queremos decir alto y claro que:
- No podemos callar ante la
injusticia social, ante la violación de los derechos de las trabajadoras y
trabajadores.
- No podemos permanecer al margen ante
la realidad de la violencia contra las mujeres y hemos de dar
pasos en la sensibilización y formación.
- No podemos
continuar utilizando prácticas
y lenguajes excluyentes, discriminatorios que justifiquen el empobrecimiento y
la violencia contra las mujeres.
- Invitamos a la sociedad a implicarnos
en la defensa del trabajo digno para que entre todas y todos eliminemos la
precariedad, la desigualdad y el empobrecimiento que afecta a tantas
trabajadoras y trabajadores.
- Exigimos a gobiernos, instituciones
y organizaciones sociales el
incremento de políticas de igualdad que reconozcan a la mujer
su dignidad, su plena integración y protagonismo en la vida social.
- Hacemos una llamada para avanzar hacia la igualdad en el seno de nuestra Iglesia, a fin de que la aportación femenina enriquezca decididamente a la comunidad eclesial como ya proponía el Concilio Vaticano II.
En este 8 de marzo, Mujeres y Teología, la JOC y la HOAC, junto a toda la Iglesia y
la sociedad entera nos
comprometemos en una acción transformadora que nos compete a todas y a todos,
luchar por desterrar la violencia económica, laboral, social y cultural contra
las mujeres trabajadoras, acompañando
sus vidas, sus esperanzas, abriendo caminos nuevos que posibiliten otra
forma de vivir, de organización económica y social, y otra cultura
que respete la dignidad de las
personas por encima de todo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario