Lo contrario a la fe no es la increencia o el ateismo. Es el miedo.
Miedo a fiarnos de quien nos lleva de la mano, incluso en esos momentos
en los que no le sentimos cerca. Por eso, la llamada de Jesús a los
cristianos y a la propia Iglesia, no es tanto la de "creer en mi" sino
la que hizo a Pedro cuando parecía que la barca zozobraba y aquello se
hundía "No tengáis miedo".
El miedo al riesgo y la tentación al conservadurismo nos acechan a
todos. Pero ese miedo no es cristiano y oculta una falta de fe en la
fuerza del Evangelio. La tendencia actual que padecemos de cerrar filas
en torno a lo nuestro, al techo sagrado, a movernos en aquellos espacios
que dominamos y controlamos, a la ortodoxia... ¿es eso lo que va a
revitalizar el espíritu de los creentes? Para los Teólogos puede ser más
cómodo repetir y repetir una teología heredad, sin comerse la cabeza
para dar respuesta a las preguntas de la sociedad moderna. Para los
"pastores" puede ser más fácil y hasta gratificante, restaurar las
tradiciones que aglutinan y convocan a mucha gente en torno a la
religiosidad popular... pero ¿es esa la manera de transmitir la fuerza
salvadora del Evangelio al hombre de hoy?.
La actitud conservadora es más peligrosa aún cuando se nos presenta
como modelo, como fidelidad a una tradición de valores cristianos,
cuando en el fondo supone ver los toros desde la barrera por temor a
salir al ruedo a torear. La Iglesia no pierde su fuerza y vigor
evangélico por los ataques que recibe de fuera, sino porque dentro de
ella no somos capaces de responder de manera audaz y arriesgada a los
retos de nuestro tiempo.
Creemos que al guardar nuestro "talento" y no perderlo, estamos
respondiendo fielmente a Dios, cuando en realidad una postura
conservadora está defraudando la invitación que Dios nos hace de ofrecer
su luz al mundo.
La función de los cristianos, y de la propia Iglesia en general, no
es la de conservar el pasado, sino la de dar respuestas a las preguntas
de los hombres y mujeres de hoy. Por tanto, las actitudes,
comportamientos y virtudes que un testigo del Evangelio debería
desarrollar hoy en día para ser luz en la sociedad, no serían tanto "la
prudencia", "la conformidad", "la resignación", "fidelidad a la
tradición"..., sino más bien "audacia", "capacidad de riesgo", "busqueda
creativa", "escucha del Espíritu que habita en todas parte".
Nuestra supuesta fidelidad a la tradición al pasado, puede ocultar
actitudes rígidas, cobardía, inmovilismo, comodidad, y en definitiva,
falta de fe en el Espíritu. La verdadera fidelidad a Dios no se vive
desde el miedo y la seguridad, sino desde la vitalidad de la escucha
atenta a una realidad que necesita con urgencia recibir la Buena Noticia
que Dios ofrece al mundo y que nos ha encomendado transmitir. No
podemos permanecer de brazos cruzados.
(Publicado en Militante Mundo Rural - Octubre 2011)
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