EL COMPROMISO ES HUMANO
El
compromiso es la acción personal o colectiva para pasar de condiciones
de vida menos humanas a condiciones más humanas. Se trata de un
movimiento permanente, sin pararse nunca en ninguna etapa, pues siempre
hay puertas por abrir y nuevas metas por alcanzar. El compromiso no es
por unas horas, o cuando no hay otra cosa que hacer para ocupar el
tiempo libre. Quien se compromete lo hace por entero, por completo y de
corazón.
El
compromiso se tiene por coherencia personal, por fidelidad a uno mismo.
El compromiso no se justifica por el éxito obtenido, ni se deja por el
fracaso o la decepción que llega. El compromiso se justifica en sí
mismo. La “paga” del compromiso es saberse consecuente con lo que uno
cree y desea, no traicionarse ni corromperse jamás.
La
posición opuesta al compromiso es el “pasotismo”, la indiferencia,
pasar de todo. Es una actitud de comodidad y de egoísmo. Es una mezcla
de desgana y de cinismo de quienes pretenden estar de vuelta de todo sin
ni siquiera haber llegado a ninguna parte. El “pasota” se parece al
espectador que mira sin interés una película aburrida. Se automargina de
la realidad que le rodea y vive su vida. Se ríe de quienes tienen
ideales y de los que se buscan “líos” por querer cambiar las cosas. En
el fondo, el pasota en un “trepa” que va a lo suyo aunque se hunda el
mundo. Y este tipo abunda tanto entre la gente joven como entre los
adultos que critican a veces a los jóvenes.
El
compromiso es duro y también en ocasiones arriesgado; exige esfuerzos y
renunciar a muchas cosas. El compromiso auténtico nos lleva a “ser los primeros en el sacrificio y los últimos en el beneficio”. Tener
un compromiso no es hacer cosas a tiempo parcial ni por unas horas,
sino que consiste en una forma de ser y de vivir. No se trata de cosas
externas y desconectadas de mí, sino que siempre y en cualquier
circunstancia lo que hago es algo que me sale de dentro, de mi modo de
ser interior. Por eso, el compromiso siempre es fuente de felicidad, es gozoso,
aunque nos traiga complicaciones. En este sentido profundo e íntimo, el
compromiso no es algo impuesto como una obligación que otros se
imponen, sino que es algo que fluye de mis convicciones más hondas.
Un
compromiso entendido y sentido de esta manera nos hace vivir
convencidos de que las cosas pueden cambiar si empujamos solidariamente.
Creemos lo que decimos y vivimos lo que creemos. Sin dar bandazos
contradictorios. Vivimos entusiasmados. El entusiasmo rompe el fatalismo resignado de “aquí no
se puede hacer nada” y afronta con entereza de ánimo las dificultades,
sabiendo que siempre hay una salida. El entusiasmo es fruto de la
esperanza, pues sólo quienes tienen esperanza saben comprometerse con
ilusión.
Esteban Tabares en la revista “Militante Mundo Rural”
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